
El PP catalán ha encontrado al fin su eslogan para las próximas elecciones. “No cabemos todos”, dice su candidata, Alicia Sánchez Camacho, que lo explica sumando con los dedos: “Si en una casa con diez personas llegan cien más, no estarían bien ni los diez ni los cien”.
Su casero argumento es de esas cuentas que se caen solas en cuanto las mira una calculadora. Sería bueno el ejemplo si la inmigración en España fuese del 1.000%. Pero la realidad es que hay empadronados algo menos de 2,8 millones de inmigrantes no comunitarios: el 6% de la población. Es decir, 164 veces menos que en su demagógica parábola. Si contamos sólo a los que no tienen papeles, que son los que en teoría “no caben”, estaríamos hablando de unas 200.000 personas en toda España: el 0,4% de toda la población. Por llevarlo a la maravillosa casa de Alicia: sería un edificio donde viven 250 vecinos y llega uno más. Y lo mandamos al gueto porque aquí no hay sitio para tanta gente. Por nuestro bien, pero también por el suyo, claro está.
El gueto. Eso se esconde bajo el eufemismo de eliminar del padrón a los inmigrantes sin papeles. Lo que no sale en las estadísticas no sólo no existe: tampoco tiene derecho ni a sanidad ni a educación. ¿Dejarían de ser un problema de marginalidad estos parias si estuviesen aún más marginados? Lo dudo mucho.
Es cierto que en España hay un efecto llamada para los inmigrantes sin papeles. No sale de aquellas regulaciones que hizo el PSOE o el PP, sino de los empresarios que les contratan porque el trabajador que no existe en los papeles es aún más barato de explotar. Puestos a pisotearlos aún más, ¿por qué no restaurar la esclavitud? Al menos serían una propiedad privada, y hay quien trata mejor a su propiedad que a algunos seres humanos.
Por otro lado, y lo que me irrita más, si cabe, es el silencio del centro-izquierda. O el silencio seguido del, ok, hay que cumplir la ley y acataremos lo que ésta diga. Ésto es lo que han practicado tanto PSC como ERC. Les ha costado unos días el decir con la boca pequeña "estamos por los derechos humanos". Reaccionar tarde y callar es de cobardes, y ante casos como éstos es dejar que el racismo y la xenofobia sin complejos o encubierto corra y se escampe por los medios de comunicación y por cualquier conversación de calle.
Eso si que es un verdadero efecto llamada, pero de los realmente peligrosos, ya que amenazan la cohesión de cualquier sociedad.
P.D.: En la foto Josep Maria Vila d'Abadal (CiU). La verdad es que no me gustaría nada tener un tipo con cara de capitán de las SS vestido de calle como vecino y ni mucho menos como alcalde.
1 comentari:
Podem tancar els ulls, podem fer veure que no hi veiem, però és evident que cal posar fre a la immigració. Això és realisme i ho porten a terme tots els països.
El contrari ens portarà, i potser ja ens ha portat, a la creació de guetos que no seran bons per a ningú, i constituiran un problema greu en èpoques de crisi, com aquesta que s'allargarà durant molts anys. L'exemple són les banlieues franceses.
També caldria tenir present la problemàtica cultural que alguns indocumentats confonen amb racisme. Després del franquisme ens vàrem treure de sobre el catolicisme; des del meu punt de vista l'islam és pitjor, probablement una de les amenaces més grans a la democràcia al segle XXI. No desitjo per a Terrassa, per a Catalunya, l'existència de barris dominats per imams. Això implica, suposo, limitar un determinat tipus d'immigració.
No desitjo de cap manera que hi hagi una immigració amb nul·la voluntat d'integració al país, i amb una religió que és l'antítesi de tot allò que a les esquerres hem defensat sempre.
No sóc de cap manera un relativista cultural. No totes les cultures són igualment respetables; n'hi ha de millors, n'hi ha de pitjors, i n'hi ha que desitjo que s'extingeixin, com les basades en la religió. Espero que no soni massa fort.
Dit això: Tinc coneguts magrebís, i crec que a alguns els puc anomenar amics.
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